viernes, septiembre 29, 2006

Personas y gentuza.


Lo único que hace que continúe en mi actual trabajo es la certeza de que donde vaya voy a encontrar la misma mierda, y hasta puede que más y peor pagada.
Ya no tengo la menor esperanza de que mi empresa pretenda dar un mínimo de calidad, al fin y al cabo tampoco se la pide nadie, le pagan igual por entregar un ñordo que un trabajo bien hecho, así que habría que ser idiota para emplear más tiempo y esfuerzo del imprescindible. Hasta ahí vale.
Tampoco me importaría lo más mínmo si yo viviera aislada en mi despachito sin ver nada más que el trabajo que tengo por delante, y que realizo muy a gusto y quiero creer que con eficacia.

El problema que solo yo veo aquí, es que mientras la mayoría de mis compañeros trabajan con ordenadores y papeles, yo trabajo con PERSONAS, y no es exactamente lo mismo.

Soy la recepcionista de un centro de reconocimientos médicos laborales, soy la primera cara que el paciente vé cuando llega, soy la que le dá sonriente los buenos días, soy la que aguarda junto a ellos enfrascada en mi ordenador. Y soy la única que observa que la media de tiempo de espera es de dos horas, que algunas personas siguen en ayunas a las 11 de la mañana, que alguien es relegado para el final porque no le ha caído bien a alguno de mis compas, que mientras los pacientes esperan y esperan oyen dentro las risas y charlas de mis queridos compañeros, a los que no les importa el hecho de que estas personas están perdiendo horas de su trabajo que nadie les va a remunerar.
Habitualmente tambien soy la única que se come todas las quejas y protestas del personal. Qué se le va a hacer, no hay nadie más.

Durante un cierto tiempo, fui tan ingenua de pensar que mis compañeros médicos y enfermeros no eran conscientes de estas cosas, que no se habían parado a pensar que el tiempo de estas personas es valioso y que entre todos debíamos intentar hacerles el rato lo menos molesto y rápido posible. Creo que si alguna vez he demostrado ser una perfecta imbécil ha sido la vez en que les comenté todo esto. Aún no sabía que mis compas tienen un lema para con el paciente, y es "que le den por culo". Si tiene prisa, que le den por culo. Si está en ayunas, que le den por culo. Si lleva tres horas esperando, que le den por culo. Y por supuesto, si protesta por algo, lo van a dejar el último y además que le den por culo. Y no digamos si es extranjero y no domina bien el idioma, con ése disfrutan especialmente, empezando por asustarlo con que no va a poder trabajar porque no sabe responder las preguntas.
Y me duele todo esta injusticia como si me la clavaran en las carnes.

Llevo tres años y no consigo que se me haga un callo. No consigo endurecerme. A los ordenadores, las fotocopiadoras y los papeles sí les pueden dar por culo, pero no a las personas que vienen aquí porque su jefe se lo ha mandado, no por jodernos el día a nosotros. Que llevan media mañana trabajando y sin desayunar, que están perdiendo dinero cada minuto que pasan aquí, y que en su inmensa mayoría se portan bien y son pacientes en el más amplio sentido de la palabra. Sus jefes los tratan como mierda, nosotros los tratamos como mierda, pero al final hay un intercambio de papeles y billetes y todos contentos. Salvo ellos y yo.

Mis queridos compañeros de fatigas: tengo tres hijos que comen de esto y valoro mucho el tener un trabajo cómodo y no mal pagado, pero algún día antes de largarme os diré que sois un hatajo de miserables comememierdas amargados y segregabilis, gentuza que se cree algo por tener un mínimo poder sobre estos pobres desgraciados que tienen que ponerse en vuestras manos por imperativo legal. Algún día os darán por culo a vosotros.

Viva el Orfidal.