lunes, febrero 14, 2005

Todo sobre mi madre

La señora E.C.S. es ya una venerable abuelita, de mirada dulce e inofensiva. Es fácil pues que uno se confunda y se deje engañar por su aspecto, y es justo cuando te confías y le dirijes una palabra, un saludo o una sonrisa cuando ella despliega su peligrosa arma secreta: la lengua.
Mi madre es una mujer a una lengua pegada. Es un verdadero prodigio en el arte de no tomar aire, su capacidad de soltar palabras por minuto es de Guinness, su verborrea es aturullante, hipnótica, bastan unos minutos a su lado para que empieces a sentir pitidos en los oídos, náuseas, y la necesidad urgente de estar en cualquier otra parte. Y lo mejor de todo es que si Hari Seldon (tú no, Hari, ese del libro que se llamaba como tú), pudiera grabar una muestra de 3 horas de uno de sus monólgos, analizarlo y quitarle la paja, comprobaría que no ha dicho... absolutamente nada¡¡
Doña E. es una mujer tan abierta y extrovertida que no tiene un solo pensamiento privado. Tan generosa que no se guarda nada para ella sola. Tan solidaria que lo comparte absolutamente todo. Me consta que no es una agente de la Bayer enviada para aumentar las ventas de Aspirina porque la conozco de toda la vida (de toda mi vida, vamos), y además no creo que en la Bayer hubieran aguantado una entrevista oral con ella.
Tuve la mala idea de contratar una compañía telefónica que ofrece llamadas gratis entre sus abonados, y a la que le va a hacer publicidad su padre, con lo que a mi madre se le abrieron los Cielos en todo su esplendor. Desde entonces mi vida es un infierno, tengo miedo de oir sonar el teléfono, y cuando lo coje uno de mis enanos y me dice: "Mamá, es la abuela", los muy cabrones me acercan una silla, el paquete de tabaco, el cenicero y un libro, y se quedan a ver el espectáculo que consiste en ver a su madre con el auricular en la oreja sin decir ni pio durante tres cuartos de hora como una gilipollas (alguna vez me he levantado a hacerme un bocata y mi madre ni se ha enterado). Alguno pensará: ¿"y no se te ha ocurrido decirle que tienes algo que hacer?". Juas, mi madre es inmune a nimiedades como esa. Le he llegado a decir que tengo la sartén al fuego y la cocina ha empezado a arder, ante el descojone de la concurrencia infantil, con lo que conseguí que me dejara libre un par de minutos para luego volver a la carga, empeorada por el hecho de que la sartén ardiendo le ha traido a la mente mil anécdotas que necesita contarme urgentemente.
Mi padre, con quien lleva casada casi 50 años, es el hombre más callado de la Tierra como era de prever. Cuando ella empieza a hablar, se sienta y mira al cielo como implorando que un rayo lo parta y pueda así descansar de una vez. Recuerdo que hace muchos años a mi madre le encontraron unos pólipos en las cuerdas vocales de causa desconocida (juas), y le prohibieron hablar durante varios días. Creímos que se moría de la depresión. Pero descubrimos una paz y una dicha que no habíamos conocido hasta entonces, conocimos el significado de la palabra "silencio", y andábamos todos por casa con una sonrisa boba en la cara, levitábamos a un metro del suelo de felicidad y armonía. Y ella seguía cogiendo el teléfono cuando sonaba, aunque solo fuera para decir "mmmmm¡". Pero aquellos días de paz pasaron, y mi madre volvió con energías renovadas, no me extenderé mucho en este punto porque aún tengo pesadillas.
Quiso el destino, o mi abuela, en una cruel y retorcida ironía, ponerle por nombre Eulalia, que como los amantes de la etimología sabreis viene del griego eu (bueno) y lalos (hablar). Eulalia, "la que habla bien". ¿Fue intuición de mi abuela? ¿Precognición? No lo sé, lo cierto es que a mí siempre me pareció pura mala leche.

viernes, febrero 11, 2005

No os prometo nada.

Me temo que la inconstancia ocupa uno de los primeros lugares en mi lista de defectos. Seguida de la ausencia de autodisciplina y de una vaguería patente.
Y para ser la primera entrada ya he hablado de más :P
Estaré por aquí, no obstante.