jueves, enero 31, 2008

Mi propio Igor

En mi oficina no podía faltar nuestro propio Igor (término que magistralmente acuñó Rapunzell), de forma que tengo el placer de compartir 9 horas al día con una señora que supervisa y organiza la sección en la que trabajo. Bueno, al menos nos manda hacer cosas todo el día, que es el concepto que ella tiene de organizar, mientras se dedica a... la verdad es que no tenemos muy claro que tareas desempeña además de mandar. ¡Ah sí, se me olvidaba¡ Borrar datos de la base y destrozar archivos varios, con esos muñones de penco que tiene por manos.

A menudo hacemos listados de nombres en documentos de Word, todos organizados en sus respectivas carpetitas y todo tan mono. Como la perro de Igora tiene que parecer tremendamente mente ocupada (eso lo hace de cine, y no es fácil), a falta de otra cosa por hacer trastea estos archivos, los copia, los recoloca o les cambia el nombre. Y aquí está lo jodido del tema, que la tía debió aprender mecanografía allá por el pleistoceno, y ahí terminan sus conocimientos del manejo del ordenador. Una vez la pillé cambiando de nombre un archivo y ví cómo lo hacía: coge el archivo, le cambia el nombre y le pone el que ella quiere, SIN EXTENSIÓN ALGUNA. Rápidamente sale el mensajito de Windows: "cuidadoorl, si cambias la extensión puedes joder el archivo, ¿de verdad de la buena que quieres hacer eso?". Y la paya, evidentemente, dice Si.
Entonces entendí muchas cosas. Porqué tenemos tantos archivos que no muestran el icono de Word sino la banderita de Windows, porqué llaman tan a menudo de algunas empresas porque el listado que se les ha enviado por correo electrónico no se puede abrir...
A mí me parece alucinante. Que una vacaburra con las gafas en la punta de su picuda nariz pueda dedicarse a toquetear ordenadores todo el día sin tener ni pajolera de lo que está haciendo es como si yo me meto a electricista. Que no está jugando al solitario en su casa, está jugando con una empresa. Pero lleva todo la vida, desde que los teclados venían con números romanos, y claro, se le presupone esa supuesta sabiduría que da la experiencia. O tendrían que darle una pasta por echarla, que va a ser eso.

Cuando la ví quitarle la extensión al archivo me eché las manos a la cabeza.
- Pero Igora, por diox, no puedes hacer eso, ya te están avisando de que vas a joder el archivo¡
- Pues llevo toda la vida haciéndolo así, no será para tanto.
- ¿Pero no ves que si el archivo no tiene extensión el ordenador no sabe con qué programa tiene que abrirlo?
-¿Cómo que no? Mira, lo pincho dos veces y se abre un word.
- ¡¡Porque tu ordenador ya sabe de memoria con qué se abre ese archivo, pero si se lo envías a alguien se encontrará con un .dat que no se podrá abrir!!
- ¿Y entonces qué hago, si tengo que cambiarle el nombre?
- Pues llámalo como quieras, pero al final ponle .doc para que se sepa qué es eso, mujer.

Busco una bolsa de papel para ponerme en la boca y soplo hasta que se me pasa la mala sangre. Cosas como estas, todos los días.

Un tiempo más tarde, una compañera me llama porque tiene un problema con un listado que había creado Igora hace tiempo. Se llama "listado.doc", correcto, pero cuando lo abre aparece una especie de txt lleno de signos extraños. Coño, qué cosa más rara. Después de algunas pruebas, se me enciende una bombilla en la sesera, y se me ocurre cambiarlo de nombre por "listado.xls". Lo abro y ahí lo tenemos, una preciosa hoja de Excel con sus letras perfectamente comprensibles. Por lo visto, desde que hablé con Igora ha aprendido la lección, y le pone a todos los archivos la extensión .doc.

Así me gusta, que me hagan caso. Subnormal.

jueves, enero 24, 2008

Más me duele a mí

Este niño mío me da muchos disgustos con sus estudios. Es un buen chaval y no me da problemas, aparte del hecho de que es aún más vago que yo. No le gusta estudiar y no se esmera lo más mínimo, de vez en cuando me encuentro notas de los profesores porque le han faltado deberes por entregar, y los suspensos se han ido acumulando. Este año repite curso y de momento la cosa parece que va mejorando, incluso ha sacado buenas notas en este primer trimestre.

Pero ayer se estropeó la cosa otra vez. Cuando fui a firmarle un justificante de faltas por un día que había estado malo, me encuentro una nota de la profesora advirtiéndome que no había entregado un trabajo. Aunque yo miro su agenda de vez en cuando, la nota era de la semana pasada y el cabrito no me había dicho nada. No me queda otro remedio que castigarle, y sólo hay un sitio en el que le duele lo bastante como para que se lo piense la próxima vez: en el WoW.

No va a jugar en todo lo que queda de semana, de momento, y si no veo mejorías aún se puede tirar más tiempo sin jugar. Pero he de decir que este castigo me duele a mí más que a él, pero no de la forma en que nuestras madres nos lo han dicho siempre: es que de verdad me duele más a mí, porque esta noche me iba a rusear Scarlet Monastery con su paladín y ahora me voy a tener que buscar la vida.
Es muy duro ser madre/padre. Ya verás, Capi, ya.

miércoles, enero 09, 2008

Yuuki

Así se llama el chaval al que conocí hace unos meses, aquel a quien empecé a enseñarle español via mail y que ha terminado convirtiéndose en algo parecido a un amigo. Es un chico simpático él, muy educado pero también muy callado e inexpresivo, muy japonés. Hacerle soltar una sonrisa te puede costar muchos intentos :)
Lleva unos meses viviendo y estudiando en Cambridge, y tenía pendiente una visita a Francia y España, así que después de darle muchas vueltas, se decidió a pasar unos días en mi casa este fin de año. Tenía ya ganas de conocerle.



En los cinco días que pasó con nosotros, nos esforzamos porque conociera lo más posible de la cultura española, que es lo que él quería, y creo que fue el aspecto culinario el que más le gustó. En la foto, desgustación de un chuletón de Ávila. Le encantó todo lo que probó en casa, se puso hasta arriba de fruta dado el (más o menos) asequible precio que tiene en España, al contrario que en Japón, y tomó cantidades ingentes de buen caldo de cocido español, que también al contrario de las sopas japonesas, es muy sabroso. Y se horrorizó de saber que por aquí hay gente que se come el arroz con conejo. Él había probado lo que en su tierra llaman "paella española", y aquí pudo comprobar lo que es una paella de verdad. Al parecer, cualquier similitud es pura coincidencia. Lo llevamos a la playa, que tenía mucho interés en ver, y no se despegó de la cámara haciendo honor al tópico.

Nos trajo un montón de bolsas de diferentes snacks japoneses, pero todos hechos de harina de arroz y soja (a estos orientales les quitas el arroz y la soja y es como si a los españoles nos dejas sin trigo y sin patatas), y unos vasitos monísimos que ahora están junto al móvil souvenir de Kyoto que me trajeron Dilettante y Barachan, en la estantería del salón. Me contó muchas cosas sobre Japón que ya sabía y otras muchas que no, como que Junior, el idiota ayudante de Takeshi en Humor Amarillo, hoy en día es un conocido político en su país. Y me puso en un grave aprieto la primera vez que entró al baño en casa y me preguntó qué era el bidet y para qué servía. La tierra no se abrió ni me tragó ni nada, tuve que quedarme en mi sitio y explicarle a un completo desconocido tan sumamente tímido lo que era el cacharro en cuestión, mientras miraba a mi alrededor buscando la cámara oculta. No sé quién de los dos pasó peor rato y quién acabó más rojo. Por supuesto, todos estos días nos hemos comunicado en Interlingua, una mezcla de inglés y francés con toques de japonés y español.

Y es un cerebrito. Tiene 24 años y está estudiando su segunda carrera, criminología, y habla inglés, francés, y chapurrea el árabe y el español. Quiere entrar en la Interpol, lo cual es cojonudo porque una nunca sabe dónde va a necesitar contactos, y ya hemos acordado que volverá en un tiempo, cuando hable más español para que pueda practicarlo con nosotros. Los dos últimos días ya empezaba a perder un poco la timidez, ya sonreía de vez en cuando, y cuando nos poníamos a ver juntos vídeos chorra de Youtube ya nos partíamos de risa como viejos amigos. Cinco días están bien para un primer contacto, pero para la próxima vez espero que tengamos más tiempo, porque el chico es encantador. Y así dejará de saltar horrorizado ante el contacto físico, y se acostumbrará a que en España se dan dos besos sin que debas sentirte violado por ello :))

Estoy pensando en montar una pensión para guiris, a este paso. A falta de viajes por mi parte, es una experiencia muy maja ésta de alojar a un extranjero durante unos días, es enriquecedor y muy divertido. Todos los amigos de mis hijas pasaron por casa a conocerlo, como ya hicieron con la alemana Steffi, y ellas ya tienen un amor platónico para una temporada. Y yo tengo donde alojarme cuando vaya a Tokyo }:)