martes, septiembre 25, 2007

Aquellas pequeñas cosas, que decía Serrat...

Ayer no hice nada e hice muchas cosas.


Con toda la tarde libre por delante, o mejor dicho con mil tareas pendientes que no me daba la gana de hacer, decidí dedicarme un rato y de paso darle una alegría a alguien a quien quiero con todo mi corazón.

A escondidas me descargué esta frikada que estaba segura iba a hacer las delicias de mi peque decorando su habitación. Es una pasada y está muy currado, por el precio de un SMS el chaval que lo ha creado comparte con nosotros el fruto de meses de trabajo, yo es que flipo con estas cosas.







Así que salí con mi archivito en el pendrive a la zona de la Universidad, que es donde están las mejores imprentas y copisterías de Murcia, y tambien las mejores tascas y cafeterías del centro. Una vez explicado lo que quería al dependiente de la tienda, disponía de una hora hasta que pudiera retirar el trabajo terminado, y me fui a pasear. Para quien no lo conozca, el centro de Murcia es precioso, yo lo veo casi a diario y no me canso de caminar por las calles peatonales del casco viejo y los soportales de la Catedral, plagados de pequeñas tiendas y librerías donde puedes entrar y hojear solo por gusto, o sentarte tranquilamente en una de las terrazas a charlar con los amigos si estás acompañado, y a disfrutar de la tranquilidad si estás solo.


Y en una terraza me senté, de las más bonitas, la del Café del Sol que está en una plaza elevada por encima de la calle y desde la que puedes contemplar a los viandantes. Y a eso dediqué mi hora libre, a saborear mi taza de té y observar al resto de especímenes que poblaba la cafetería: dos chicas charlando muy animadamente, tres críos haciendo lo propio soltándole gracias a la camarera que no llegaban a la grosería, y a las que ella respondía con una simpatía casi maternal, al fondo un joven trajeado dándole al portátil muy concentrado.
Y un par de mesas más allá, un señor que símplemente tomaba su taza de café y miraba el mundo pasar. Se le veía tranquilo, no parecía esperar a nadie, solo disfrutaba de un rato libre al igual que yo y allí estábamos los dos: relajados, quizá pensando que estos ratos encierran una dosis de felicidad que desgraciadamente a veces dejamos pasar. Pero yo la abrí, saqué mi dosis y me la chuté y me sentí muy feliz durante un ratito. Con una taza de té, un poco de aire fresco y un poco de sol.


Por fin fui a la imprenta donde me estaba esperando un trabajo fantástico: un magífico mapa completo de Azeroth en tamaño AO, que yo sepa el único en español de la red, impresionante por lo bien hecho y por la buena calidad de la impresión, que tuvieron el detalle de hacerme en cartulina y no en papel normal. Dinero bien gastado, oye.
A mi chico le fascinó. Estaba encantado, nos subimos los dos a la cama para pegar el poster en su pared y entre los dos lo medimos y pegamos, más contento el chico que unas pascuas. Se lo queda mirando embelesado y ha llamado a sus amigos para que vengan a verlo y pasarles el TIF por si quieren tener uno igual.

Me encanta nuestro poster, me encantó mi tarde autodedicada y me encantó ver tan feliz a mi hijo. Una tarde como ésta de vez en cuando es lo que debería recomendar el médico para subir las defensas en vez de tanto Actimel.

jueves, septiembre 20, 2007

Cuando me dé la gana


No entiendo qué quieren decir cuando hablan de aquello de "morir dignamente".

No termino de discernir qué puede haber de digno o de indigno en la muerte, que no es más que la finalización del proceso de la vida. La muerte puede calificarse con ciertos adjetivos, sobre todo en función del tiempo que se tome en producirse o del grado de sufrimiento que conlleve, pero "digna" o "indigna" no están entre esos adjetivos. La diferencia fundamental entre morir agonizando entre babas en un hospital, cosido a navajazos o dulcemente eutanasiado no consiste en la dignidad, sino en la voluntariedad del hecho. En que te mueres cuando tú así lo has decidido.

Y es que hay ciertas cosas que uno prefiere hacer cuando le venga en gana en lugar de dejarlo al azar, especialmente cuando se trata de decisiones que van a afectar al resto de tu vida (como tener un hijo), o al no-resto de tu vida (como morirte). El azar no suele tener mucho ojo a la hora de elegir momentos estelares de tu vida, a lo mejor tú tampoco, pero qué coño, es tu vida, ¿no?
Yo al menos, tengo claro desde siempre de qué causa no pienso morirme: de vejez. No aparecerá en ninguna esquela : "Almuric falleció de puro harta de vivir, de puro esperar un poco más a ver si la muerte llegaba hoy o tal vez mañana, de puro apurar una vida que ya ninguna satisfacción le procuraba, pero esperando un poco más. Un día más, una noche más, un pañal más, una papilla más, un desvarío más".

Esperar a la muerte no es una opción para mí.

El factor religioso te obliga a joderte con lo que haya, porque tu vida no te pertenece y por lo tanto no te queda otra que esperar, y ese lastre pseudocultural lo seguimos y seguiremos arrastrando hasta no sé cuándo. Pero mientras tanto, yo tengo muy clara una cosa: nadie va a decirme hasta cuándo estoy obligada a vivir. Y no estoy hablando de verme en un hospital imposibilitada y no querer seguir viviendo. Hablo de que, llegado cierto momento en que podamos descartar el accidente, la enfermedad o el asesinato como causa probable de muerte, el suicidio me parece una elección perfecta para poner fin a tu vida. Un momento, que lo explico.
Estoy hablando de una elección hecha fríamente y desde lo racional, no me vayais a pensar que estoy deprimida, piense en la muerte y tengo tendencias suicidas, no hay nada de eso. Es decir, sí tengo tendencias suicidas si por ello se entiende haber tomado la decisión de que cuando lo considere oportuno, tengo intención de ser yo quien elija cuándo poner fin a mi vida, si el azar no lo ha hecho antes. E insisto en el "tengo intención de" porque soy consciente de que el instinto de supervivencia te la puede jugar y hacer que saques de la manga tus segundos principios, como Groucho.

El último instante de tu vida me parece demasiado importante como para dejarlo en manos del azar, que no sabe lo que se hace. Y si antes no te parte la cabeza una maceta caída de un balcón, no se me ocurre mejor manera de acabar una vida que rodeada de la gente que quieres, en el lugar que elijas, y cuando a tí te dé la gana.

miércoles, septiembre 12, 2007

Mmm... nada mal xD



EDIT: Este es el test, a ver si ahora...

sábado, septiembre 08, 2007

Servicio público

Cada dos fines de semana me voy a Alicante, éste finde además teníamos la asamblea de Mensa, así que a las 9 de la noche estaba yo como siempre cogiendo en Murcia el autobús que me llevaría hacia allá.

El andén del que parte dicho autobús tiene una particularidad. A las 8.15 sale un bus que lleva hacia diversos pueblos de Alicante, y más tarde a las 9 sale el que va a Alicante directo, pero los que cogemos habitualmente esa línea sabemos que en la práctica los dos autobuses salen a la misma hora, porque el primero siempre lleva un retraso del copón.

Pues eso pasó, salieron los dos autobuses a la vez, a las 9, con un poco de indignación por parte de la gente que iba a los pueblos, y bastante confusión porque nadie sabía cuál era su autobús (son de la misma compañía y no tienen ningún distintivo).

Una vez ubicado todo el mundo nos ponemos en ruta, yo sentada en un de las primeras filas. Delante de mí había una familia rumana, padres jóvenes y un niño de 5 ó 6 años algo revoltoso, no tenían aspecto de pedigüeños pero eran evidentemente pobres (me repatea esa estupidez eufemística de llamar "humildes" a los pobres). Después de tres cuartos de hora de trayecto, la mujer le pregunta chapurreando español al conductor que cuánto falta para llegar a Orihuela (uno de los pueblos por los que tiene que pasar el "otro" autobús). Yo pienso "coño, con la confusión esta gente se ha metido en el bus equivocado, pobrecillos".
El conductor le espeta tranquilamente que se han equivocado, que este autobús va a Alicante, que haber puesto más cuidado.
Al ver que eran las 10 dela noche y estaban casi en una ciudad que no era su destino, la mujer se echa a llorar. La chica que va a mi lado les dice que no se preocupe, que va a pedirle a su novio que mire en internet el horario de trenes, a ver si pueden coger el último para Orihuela. La rumana está bastante apurada y me dan mucha pena. Al poco, llama el novio de la chica. Hay un tren barato alas 10.05 (que ya no pueden coger), y otro más caro a las 10.35, a éste si llegana tiempo, pero cada billeta cuesta...13 €. La pobre mujer se echa las manos a la cabeza. Subir los tres en este autobús ya les ha costado unos 15€, a los que ahora tendrán que sumar esa pasta por persona... es mucho más de lo que pueden permitirse.
Yo, que empiezo a notar como se me calienta la sangre, pido disculpas por la intromisión y le pido a a rumana que me enseñe sus billetes de autobús. Ella los coge y me los entrega, y así yo puedo comprobar que cada billete dice claramente ORIHUELA, y aún así el conductor los ha tickado y les ha hecho subir. El error ha sido claramente del conductor que no ha mirado el destino de estos viajeros, así que yo les aconsejo a la familia que nada más bajar del autobús se dirijan a la ventanilla de la compañía Alsa con la que viajamos, les explique el problema y les pida una solución, porque la cagada no ha sido de los viajeros sino del conductor. Lo suyo es que les paguen el taxi o que se hagan cargo del coste de los billetes de tren.

Al bajar del bus, yo me voy para el lugar donde me esperan, deseando que tengan suerte son lo suyo. Pero como Jose, que tenía que recogerme, aún no ha llegado, me voy haciala ventanilla de Alsa con la familia para ayudarles a explicar la situación. la mujer me mira agradecida, y dice que ella no habría sabido explicarse. Le digo que no se preocupe, que yo me encargo. ésta es más o menos la transcripción de la conversación que tuve con la señora a cargo de la ventanilla.
- Buenas noches. Acabo de llegar en el bus de Murcia con esta familia. Pero ellos querían coger el que va a los pueblos y han acabado aquí por error.
- ¿Y qué quiere que yo haga?
- Le explico: el autobús de esta señora y el mí salieron a la misma hora de Murcia, o sea, ellos han estado 45 minutos esperándolo. Luego ha venido la confusión y se han montado en el que no es.
- ¿Y?
- Y el conductor de mi autobús ha tickado estos billetes sin leer que no eran al destino correcto y ha hecho pasar a los viajeros.
- Pues nosotros no le podemos hacer nada. (Empieza bien, con una disculpa)
- (Le enseño los billetes)
- Pero esto no es un error.
- ¿Y qué es?
- Es que el conductor tiene que leer cientos de billetes todos los días, alguno se le puede pasar.
- Pues eso se llama error, señora. Error humano.
- Es que un error lo tiene cualquiera. (Los ojos ya se me empiezan a inyectar en sangre, y viendo que por las buenas no voy a llegar a ninguna parte de todos modos, decido al menos quedarme a gusto)
- Desde luego que lo tiene cualquiera. Por eso no estoy pidiendo la cabeza del conductor, estoy pidiendo una solución para que esta familia y este niño pequeño no se queden esta noche en la calle por culpa de un empleado de su compañía. Quiero presentar una reclamación y que se les compense de la forma adecuada, porque no me suena que Alsa tenga como slogan "yo la cago y tú te jodes", aunque debería adoptarlo.
- Valevalevale, yo si quieres te doy una hoja de reclamaciones, pero...
- tú la vas a archivar en la papelera en cuanto yo salga de aquí, eso ya lo sé, pero una copia se va a quedar en Comisaría y otra en Consumo. Trae pacá la hoja.

Empiezo a rellenarla, ahora ya abiertamente furiosa, pero la rumana me detiene la mano. Sabe que no tienen nada que ganar y sí un tren que pueden perder.
Me agradecen exageradamente la nula ayuda prestada, cogen el niño y las maletas y echan a correr hacia la estación de tren. Espero que llegaran a tiempo para cogerlo, y que la compra de los billetes les dejara algo para comer.
Alsa va contigo. Aunque no tenga ni puta idea de a dónde vas.

miércoles, septiembre 05, 2007

Adolescentes, esos seres

Al igual que ese personaje del anuncio de la TV, no soy científica pero he elaborado una teoría: por qué es tan jodido ser m/padre de un adolescente.

Ningún ser nace tan desvalido como el hombre. Hay microorganismos que a los pocos segundos de existir ya buscan su propio alimento y mamíferos que a la media hora de nacer son capaces de ponerse en pie, pero el ser humano necesitará años hasta que pueda al menos andar, comunicarse y no digamos conseguir su propio sustento. Años durante los cuales sus padres habrán de dedicarse casi por entero a la tarea de que el retoño sobreviva, y a ser posible con no demasiadas taras mentales (esto ya es una carga añadida propia de la especie).
Nadie que no sea padre se hará una idea del sacrificio que supone que una cría humana crezca sana y feliz. El precio que pagas por ello es que TÚ dejas de dormir, de descansar, de gastar, de salir, de viajar, de comer si hace falta. Dejas de vivir durante unos años, dejas de existir como persona. Y sin embargo probablemente seas absolutamente feliz y tu cría sea el regalo más preciado que la vida pueda hacerte jamás, solo tenéis que pensar en cualquier padre o madre reciente que conozcáis. Está radiante, pletórico, agotado y ojeroso pero vive y respira niño por todos sus poros.
Y llegas a conocer a esa cría mejor que a mismo. Dominas ese lenguaje de balbuceos que nadie más comprende y por eso todos te preguntan siempre "¿qué ha dicho?", distingues el llanto de hambre del de sueño o del de dolor de barriga. Te dedica una sonrisa y sientes que el sol se ha iluminado solo para y los ojos se te llenan de lágrimas, y elegirías mil veces sufrir cualquier dolor para que él no lo sufriera. Vuestras madres os lo han dicho muchas veces, ¿verdad? No bromeaban.

El tiempo pasa muy rápido, increíblemente rápido, y poco a poco empiezas a notar esos signos que te indican que el niño ha empezado a entrar en la fase de la pubertad. Al principio te asombra un poco, porque aunque eres consciente de la edad que tiene y de que ya le toca, en el fondo creías que él nunca iba a cambiar. Pero sí que cambia, experimenta esos cambios que todos sabemos, y un día te das cuenta de que no queda ni rastro de aquel niño del que sabías hasta cuándo iba a eructar, y que a ésta persona que tienes delante no la conoces.
Ya no sabes qué le pasa cuando llora, ya no entiendes su lenguaje, no comparte sus secretos contigo, de hecho, ahora te los esconde sólo a ¡
Y tú lo comprendes todo, pero sólo a nivel consciente. Sabes que estas cosas son normales, pero en realidad no entiendes por qué tiene que pasar todo el tiempo encerrado en su habitación, como si los espacios comunes familiares tuvieran algo contagioso o tu compañía le molestara profundamente. Sabes que es normal que la familia pase a un segundo plano y los amigos sean los más importante para ellos, pero no entiendes por qué eso ha de significar que prácticamente dejen de hablar contigo. Sabes que su privacidad y su intimidad son sagradas, pero no entiendes por qué eso se traduce en que huyan de . ¿Cuándo y cómo te convertiste en su enemiga?

Sin embargo tú no has cambiado, tú sientes por él las mismas cosas que antes, eso es lo trágico. Y de todo aquello que tú habías sembrado, ahora contemplas entristecida que no hay nada que recoger. Toda la vida has hablado abiertamente con tus hijos, has alentado el librepensamiento, ha habido sinceridad y honestidad por tu parte, y sobre todo respeto. Pero a sus ojos ojos soy la misma tirana que cualquier adolescente tiene por madre, que no le entiende ni le conoce ni sabe nada sobre nada. No se trata de lo que Imperator llama ser "una madre muy española", es que la indiferencia es algo que generalmente duele, pero cuando viene de la persona por la que te dejarías descuartizar, es un trago amargo.

Y ésta es mi teoría, la que llevo un rato intentando explicar: lo que hace tremendamente dura la tarea de ser padre de un adolescente no es que se porten más o menos mal, no es que sean más o menos rebeldes, que no obedezcan, que den problemas, que te quiten el sueño, que protesten.
Lo duro es aceptar que ya no te necesitan.

Porque nada es tan sacrificado como sacar adelante a un niño pequeño, eso sí que te quita el sueño y te agota físicamente, te llena de miedos, preocupaciones, problemas y te destroza la cuenta corriente. Pero para tu hijo tú eres la luz del sol, te necesita y te lo hace ver a cada momento, te mira, te sonríe y te habla, y eso te compensa mil veces por cada molestia o sufrimiento. Eso te hace feliz.

Ahora toca explicarme para que no me malinterpreteis. Esta no es del todo una entrada de desahogo por que esté negra con mis hijos púberes (que también, qué duda cabe), es ante todo una reflexión. Mis hijas me llaman si van a llegar 10 minutos más tarde de la cuenta a casa, y sabéis que son unas magníficas estudiantes. Me siento bastante afortunada de que me muestren esa consideración y esa responsabilidad. Por lo demás... son adolescentes.

Ya madurarán. Y yo estaré a su lado, qué le vamos a hacer.