viernes, abril 13, 2007

Desde mi ventana



A veces, cuando me siento cansada, me aburro o tengo cosas en las que pensar, me gusta sentarme frente a mi ventana y simplemente observar. Me encanta cómo están creciendo las plantas y el contraste que forman esos colores, es un paisaje cuya sola visión me hace sentir bien. Me siento tranquilamente sobre los cojines mullidos que hay repartidos sobre el tatami, no sin antes haber colocado a mi lado una bandeja con una tetera a rebosar de té de jazmín y una bellísima taza que solo saco en algunas ocasiones especiales. Me dá miedo que se pueda romper, pero creo que hoy merece la pena disfrutarla. Hoy quiero una sobredosis de belleza.
No sé a dónde dirigir la vista primero, no sé en qué orden mirar. La taza da vueltas entre mis manos y puedo contemplar los trazos de laca que el pincel ha dejado como al descuido, casi como manchas, y son hermosas. El perfume del jazmín es una música de fondo perfecta para que pueda fijarme en el brillo de la madera pulida del suelo. Dan ganas de acariciarla, ¿verdad? Tan suave... Si pegara la cara al cristal, podría notarlo tan frío como cálida es la vista del exterior. Las flores blancas me apasionan, los cerezos, los almendros... Las flores rosas. Y el eterno verde que lo envuelve todo, el color que grita que está vivo, que está ahí para alegrar mis ojos, para serenarme, para hacerme el regalo de estos minutos una vez más...
A veces basta que me quede aquí un rato para olvidar las pequeñas penas. Nunca he tenido ante mí una vista tan relajante y estimulante a la vez. Es hermoso, es cautivador, me transporta, me hace soñar, me hace sentir alegría, esperanza, y sobre todo una infinita paz.
Quisiera quedarme más rato. Hoy no me ha dado tiempo a acariciar la arena, ni siquiera he podido oler las flores ni terminarme el té. Hoy tengo demasiado documentos por imprimir y como no empiece ya se me va a amontonar el trabajo, así que más vale que abra el programa que tengo minimizado y me ponga ya a la faena. El té se enfría enseguida en estos vasos de plástico, ya me haré otro cuando llegue a casa esta tarde.
Feliz fin de semana, querido fondo de escritorio. Te echaré de menos, como siempre.

lunes, abril 09, 2007

Steffi

Por estas fechas hace justo veinte años que me fui de intercambio a Francia. Fue una experiencia fantástica, muy enriquecedora (al menos para mí que le saqué partido, mi "correspondant" fue a su bola, ella se lo perdió). Disfruté mucho de aquel primer largo viaje lejos de casa, en otro pais con otra cultura y otro idioma. Es de esas cosas que no olvidas nunca.

Qué fuerte. Veinte años después me ha tocado el papel de anfitriona para la compañera de intercambio de mi niña, una alemana que se ha convertido en mi hija adoptiva durante 15 días, Steffi.
Al principio siempre tienes un poco de recelo, porque aunque participas con ilusión en el programa de intercambio, no dejas de meter a un perfecto extraño en la intimidad de tu hogar durante dos semanas. Puede salirte un perfecto capullo, un guarro, no hablar una palabra de español, no gustarle nada de lo que cocinas o pasarse el tiempo encerrado en su habitación, así que es un pequeño riesgo que corre tanto la familia de acogida como el chico/a que viene, que no sabe en qué casa de locos puede meterse (he oído de cada experiencia que es literalmente para llorar).

Pues nos tocó una chica de 18 años, Stefanie, con una cara de ángel que no reproduzco aquí porque aún no le he pedido permiso para subir una foto suya. Dulce como el almíbar, amable, risueña, siempre dispuesta a ayudar, enamorada de España y curiosa por todo lo que suene a español y que no haya en Alemania. Ni que decir tiene que la he atiborrado a gazpacho, churros, all i oli, cocidos, jamón de jabugo, migas y cualquier cosa que se me ocurriera que sonara a España. Y ella encantada.

Habla inglés muy bien. El español, en cambio, empezó a estudiarlo hace solo dos años y es sorprendente lo bien que lo habla. Despacito, se pensaba las palabras, pero construía perfectamente las frases y tenía un vocabulario lo bastante amplio, solo tenía algún problema con los tiempos verbales (como muchos españoles que yo conozco). Al parecer el español es una asignatura especial que ella eligió y que estudia muy intensivamente. Ni que decir tiene que a los 15 días cuando se marchó ya hablaba como una cotorra, sobre todo cosas que su profesor no aprobaría.

Le enseñamos Murcia y Alicante, la llevamos en barco a la isla de Tabarca a pasar el día, hicimos mucho turismo, y creo sinceramente que la hicimos sentir como en casa. Bueno, cuando la ví pasar el primer día entero en pijama por la casa y sin peinar, supe que se sentía como en casa. Ya pensaba tratarla muy bien porque para eso me comprometí (y porque mi hija irá este verano a su casa), pero en realidad lo hemos hecho porque nos apetecía, porque la chica se lo merece y lo agradece todo tanto que es una gozada tenerla.
La despedida fue horrorosa, todos llorando. Cuánto cariño le hemos cogido en solo dos semanas (pero muy intensas). Espero de verdad que se tome en serio el ofrecimiento de volver unos días las próximas vacaciones cuando sea posible.

Han sido dos semanas muy bonitas para todos. Siempre la recordaremos con cariño.