jueves, diciembre 21, 2006

Una alegría para mi cuerpo.

Jo, qué contenta estoy. Después de un año de ir ahorrando como una hormiga todo lo que antes me fumaba, ayer me dí el capricho que llevaba tanto esperando: me he comprado un pedazo colchón de látex de 160 cm. de ancho (lo máximo que cabía sobre el tatami), y toda su ropa de cama.
Puede parecer una chorrada, pero para mí significa un montón. Primero porque mi viejo colchón estaba pidiendo a gritos el relevo, segundo porque mola muchísimo tener tanto espacio y poder elegir si quieres pegarte a tu churri o despatarrarte, y sobre todo porque este capricho es el fruto de un año de sacrificio. De seguir fumando habría quemado todo ese dinero, y en lugar de eso ahora duermo encima de una nube. Redios, qué maravilla de invento, qué comodidad y qué bien se descansa.

Lo próximo: una nevera americana de dos puertas. Ya casi tengo el dinero necesario :)

Yupiiii ¡¡¡

viernes, diciembre 15, 2006

Marchando una de madre babas.

Mi hija pequeña me ha dado una noticia al llegar a casa. Para poneros en antecedentes, ella tiene muy claro desde siempre que va a ser psicóloga, y que va a conseguir una Erasmus para irse Alemania a beber de las fuentes de los padres de la psicología, y para ello va a empezar alemán en la escuela de idiomas el próximo curso, y blablabla. No me cabe duda de que lo va a a conseguir, porque tiene constancia y capacidad de trabajo para eso y para más.
Cada comienzo de curso sus profes nuevos se llevan una sorpresa, porque con las pintas de satánica que lleva, hace pensar "ya me ha tocado otra subnormal que me va a dar el año". Luego descubren que es una estudiante nata que no se conforma con un diez si puede sacar una matrícula, y la mayoría de sus profes le cogen cariño enseguida porque a veces es la única que les escucha en clase y toma apuntes mientras los demás queman las mesas con el cigarro. En ese aspecto es como mi hija mayor, Ana, la dibujante, y es un gordo de la lotería el que te toquen unas hijas así (cuidado, no piseis el chorro de baba que acabo de soltar).

Hoy al llegar a casa Raquel estaba muy nerviosa, alteradísima, y cuando he conseguido que deje de tartamudear me dice que sus profesores, que la conocen bien, le han concedido una de las cuatro plazas que hay en todo el instituto para ir de intercambio a Alemania este verano. La cuestión es que esas plazas son en principio sólo para bachilleres, y ella está en cuarto de la ESO, así que es un privilegio enorme el que le han concedido, porque los estudiantes mayores se dan hostias por pillar una plaza. Pero los profes han elegido a mi niña.

Sólo tiene 15 años y nunca ha salido de casa, y yo soy gilipollas y tengo miedo. Pero las bragas se me han caído al suelo de orgullo. Sólo la madre de Freddy Mercury puede entender cómo me siento hoy al mirar a mi hija.

martes, diciembre 12, 2006

Creo que me estoy haciendo vieja


Este año, por primera vez desde que entré en Mensa, la llegada de la RAM no me ha hecho ilusión ni me ha producido cosquilleos en la barriga ni ansias de hacer el equipaje. En los últimos años no me he perdido un acontecimiento relativo a Mensa, y a lo mejor ha sido eso lo que al final me ha provocado más cansancio y hastío que otra cosa.
Yo nunca he ido a las RAM's a hacer turismo. En muchas ocasiones no he llegado a salir del hotel, porque a las RAM's se va a ver a la gente que quieres y que desgraciadamente vive lejos de tí, a compartir ratos de charlas y juegos con ellos, y si a cambio hay que salir a ver monumentos o comer bazofia, pues se hace y ya está. Lamentablemente, quien no tiene amigos que se alegren de volver a verlo tiene que juzgar cada RAM por la calidad del hotel y de la comida que le han puesto, porque el evento se convierte en un simple puente de turismo barato que alguien se ha molestado en organizar para tí. Lo siento por ellos, que aún no saben lo que es disfrutar una RAM.

Sin embargo, este año en lugar de pensar en la emoción de la llegada al hotel, volver a ver a los amigos, los besos y los abrazos, no me venía a la cabeza más que los madrugones, el poco dormir, las caminatas, las caras que me producen arcadas y que inevitablemente tienes que ver... Y he descubierto que no me apetecía nada ir, aún no estoy muy segura de porqué, pero llevo un tiempo en que la palabra Mensa no me trae vibraciones positivas como antes. Así que, sabiendo lo mucho que echaría de menos a la gente que quiero (y que más o menos coincide con el selecto y exíguo grupo de lectores de este blog), decidí que no iría a mi sexta RAM. En mi visita a Barcelona del año pasado ya comprobé que no hacía falta la excusa de una RAM para ver a tus amigos, siempre es buen momento y los amigos siempre te reciben con honores de jefe de estado.
Así que, como el cuerpo solo me pedía paz y tranquilidad, nos perdimos durante unos días en una cabaña en la montaña.

Siempre me ha atraído Andalucía, más que nada porque me encanta su gente, porque no puedo decir que conozca mucho la región. Y cuando pienso en Andalucía pienso en lo más vistoso, claro, lo que todo el mundo tiene que ver antes de morirse: Granada, Sevilla y Córdoba. Así que me fui a la provincia mas olvidada (para mí) y menos turística de la región: Jaén.
Y he descubierto un lugar maravilloso para perderse de verdad. Desde nuestra cabaña no se veían más que montañas y bosques, y los ciervos correteaban entre los árboles. Igual eran los primos del que me cené una noche, qué gozada de escalopines de venado. Para rematar el viaje de relax, fuimos un par de veces a una casa de baños árabes donde nos remojamos en agua hirviendo y donde nos pringaron enteros de aceite de lavanda para darnos un masaje de una hora (dioss, ciento veinte minutos de sobo en total). Allí descubrí que la felicidad consiste en un masaje de cuerpo entero, del que te deja con las piernas temblando.
Paseando un poco por la zona llegamos a un santuario en Andújar, en cuya puerta lucía un gran cartel que rezaba, muy acertadamente: "Por favor, apague su móvil. Para hablar con Dios no lo necesita".

Lo he pasado muy bien, han sido unos días estupendos de descanso y carga de pilas, pero he pensado en vosotros constantemente. He lamentado perderme el concierto, las partidas de rol y las risas, he echado terriblemente de menos vuestra compañía, así que tendré que acercarme un día de estos a veros.
Os quiero.