martes, noviembre 21, 2006

Una historia triste con final feliz


Mi hija menor tiene un nuevo amigo que viene mucho a casa últimamente. Tiene 17 años y es un verdadero encanto, dulce y cariñoso hasta decir basta, cuida mucho de nuestra chica y cuando está en casa sabe hacerse querer. A veces es el primero que se tira a darme besos cuando llego a casa, y es el tipo de persona que te hace un masaje de hombros si te ve aspecto de cansada o te prepara un sandwich si no has comido.
Como la mayoría de los lectores de mis neuras no tiene hijos adolescentes, os diré que es REALMENTE difícil que los novios de tus hijas no se corten en tu presencia y se sonrojen con solo verte, al menos hasta que haya pasado el suficiente tiempo y te conozcan bien. La figura de la suegra impone mucho cuando se tienen 16 ó 17 años, así que este chico me tiene conquistada con su espontaneidad, su sentido del humor y su dulzura.

La vida de este chaval es cualquier cosa menos perfecta. No nació como sus hermanos, fruto del amor de sus padres. Es el resultado de una violación. No puedo saber cómo se siente alguien que ha venido al mundo porque un hijo de puta violó a tu madre, pero imagino que puede ser devastador.
No es lo peor que ha pasado en su vida. Cuando tenía 9 años presenció como un coche atropellaba a su hermano mayor (su ídolo, su mejor amigo), y lo dejaba reventado en la carretera. Mi chico estuvo bastante tiempo en estado de shock, y en tratamiento psicológico hasta hace un par de meses.

De resultas de esta serie de calamidades, se volcó en su madre. La cuida, la mima, la llama si va a llegar 5 minutos más tarde de lo previsto. Pero a su madre le ha afectado todo de otra manera.

Supongo que a raíz de la violación, la pobre mujer sufrió una depresión y desarrolló rechazo hacia su hijo desde su nacimiento, porque no quiso inscribirlo en el registro civil. El chaval no tiene partida de nacimiento ni está inscrito en ningún lado, a todos los efectos no existe. Tuvo que dejar de estudiar a los 14 años, cuando le pidieron la primera fotocopia del DNI que no tiene ni puede conseguir. Evidentemente tampoco puede trabajar porque no pueden hacerle contrato.
La situación económica en su casa es muy precaria. La madre lo saca adelante como puede, pero la mayoría de las veces él no tiene ni para coger el autobús para venir a ver a mi hija. Así que cuando viene se queda a comer, a cenar y a lo que haga falta, pero es muy humillante para él depender de la caridad, por muy de corazón que yo lo haga.

Él ha intentado muchas veces conseguir una partida de nacimiento para poder hacerse el DNI, quiere terminar de estudiar y trabajar, pero siempre se topa con la misma pared. En el ayuntamiento, en el juzgado, en los servicos sociales, siempre le piden la partida de nacimiento de su madre, y ella se niega en redondo a dársela. Quizá tiene miedo de que le hagan algo por no haber inscrito al niño, o incluso de que le quiten su custodia. No creo que hicieran eso, pero en cualquier caso ella tiene miedo y no quiere. Y el chico está desesperado y harto de no existir.
Ni que decir tiene que yo estaba dispuesta a ayudarlo como fuera, y lo que sea había que hacerlo ya, mientras sea menor de edad y tenga esa protección, porque en cuanto cumpla los 18 dentro de unos meses, ahí te pudras y búscate la vida que ya eres mayorcito.

No imaginaba que conseguir papeles para un español costaría más que para un extranjero, pero he pasado días haciendo llamadas telefónicas y enviando mails. Al parecer no era competencia de nadie, ni del ayuntamiento ni del juzgado ni de los servicios sociales, nadie sabía que hacer con un chico sin registrar. Al final he conseguido contactar con una abogada de los servicios de atención al menor que se va a hacer cargo de todo. Con toda discreción, pasando por encima de su madre, van a inscribir al chico en el registro y van a proporcionarle partida de nacimiento, de empadronamiento y DNI.

Mi hija y yo estábamos confabuladas para hacer esto, pero él no tenía ni idea. Yo no sabía cómo iba a reaccionar, porque a veces es muy fina la línea que separa las buenas intenciones de meterte donde no te llaman, y el chico ya está bastante humllado de recibir ayudas.
Anoche se lo dijimos. Le pedí que no se molestara conmigo por haberme metido en su vida, pero que me había tomado la libertad porque le tengo cariño.
Dios mío, pobre chico... Se me tiró al cuello y no paraba de darme besos y de darme gracias, con los ojos lagrimosos. No me lo pude despegar en una hora, yo ya abrumada y avergonzada, pero para él significaba mucho. Se sentía persona, ya podía trabajar y ayudar a su madre, terminar los estudios y tener siempre algo de dinero encima para poder invitar a mi chica a una coca-cola en vez de dejar que pagara ella.
¿Y podeis imaginar lo que más ilusión le hizo? Le compré un bono-bus para que pudiera venir todos los días, y parecía un niño pequeño el día de Reyes. Todavía alucino.

Creo que no me he sentido mejor en toda mi vida.