En mi barrio, como en todos, en los últimos años han ido proliferando las tiendas regentadas por chinos, ya sean bazares, tiendas de alimentación o bizarras mezclas de ambas cosas. Un ejemplo de ésto último es la que hay enfrente de mi casa, y a la que nosotros llamamos tal como dice su cartel la tienda "Regalo-bebida-golosina".
La lleva un matrimonio que tiene un niño de unos tres años, que suele estar jugando en un pasillo o dibujando entre las piernas de los padres detrás del mostrador, y como dicen mis hijas es hiper mega bonico. El padre en cambio es feo hasta hacerte rechinar los dientes, pero es tan sumamente agradable que al poco de conocerlo ya ni te das cuenta de eso, solo ves la sonrisa de oreja a oreja que luce siempre. Es un lujo acordarte a las 11 de la noche de un sábado de que no queda pan de molde en casa y poder bajar hasta en zapatillas a comprarlo, y que cuando lo vas a pagar el señor te diga en voz bajita: "ese pan mu calo, el otlo más balato y más bueno". O cuando baja mi hijo casi a diario a por un helado, este hombre al verlo entrar sonría y pregunte: "¿Masibon nat-ta?"
El crío es de un mono que se me cae la baba. Un día le pregunté a su padre cómo se llamaba el niño y el hombre me miró sonriendo, no debe ser una pregunta que le hagan a menudo. Tal como me temía, sonó algo así como "lychwñyñ", y al ver mi cara de consternación me dijo que la seño del colegio lo llamaba Yuan Li, con lo que lo podíamos llamar así.
Me cae de puta madre esa familia. Se pegan unas curradas impresionantes, y después de catorce o quince horas aguantando gente todavía son capaces de ser amables.
Ayer mi niña Raquel pasó por la puerta del chino camino de casa de un amigo, y se fijó en que había un crío de unos 11 ó 12 años con el móvil mirando a la puerta de la tienda, como fotografiándola o grabando algo. Unos segundos después apareció volando un petardo que cayó dentro de la tienda, tirado por otros dos críos que pasaron corriendo, para que el pequeño Spielberg pudiera colgar la gracia en internet y luego enseñarla orgulloso a los demás gilipollas de su clase. Lo primero que pensó mi hija fue en el niño de los chinos, y entró corriendo a ver si estaban bien. Afortunadamente había sido un petardo pequeño y no había causado daños, más que el susto y el pestazo a pólvora que dejó en la tienda. Y la tristeza.
Ya sé que ésto es el pan nuestro de cada día y a lo mejor algún día me acostumbro a que estas larvas comemierda, estos pequeños hijos de la grandísima puta habiten entre nosotros y sus padres tambien. Si es que Heinlein tenía razón, si se azotara públicamente al padre al lado de su hijo en la plaza mayor, como verdadero responsable de los actos del menor, éste sería un mundo infinitamente mejor.
Pero de momento no me acostumbro.
jueves, octubre 09, 2008
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5 comentarios:
No, no, la culpa es de la ESO. Los pobres padres, con lo megamuchísimo que trabajan; sólo falta que ahora también tuvieran que educar a sus hijos.
La responsabilidad paterna en la educación infantil ya ha fallecido. La educación para la ciudadanía de las narices (que mi partido critica equivocadamente, estando a favor de la religión) es el certificado de defunción de esa responsabilidad.
Y los chinos me caen de puta madre. La comida está buena, son amables, no se meten con nadie, y las chinas son monisísimas.
En el cole de mis hijos se ha montado un pollo porque quieren (niños y padres) que a partir de 6º de primaria puedan llevar el movil al colegio, siempre que lo tengan en silencio en clase. Yo alucinaba; el día que un hijo mío se lleve el móvil al colegio se lo come (una compañera de mi mediano -7 años- ya lo lleva). Sigh.
Dejemos las cosas claras: Todos los niños vienen de serie hijos de puta terminales.
Los padres son los que tienen que inculcarles frenos y valores, no es necesario que se hayan esforzado.
Basta con dejarles agrestes y todas las hijoputeces del mundo las verás en vivo y en directo.
Seguramente, detrás de cada pequeño hijo de puta hay unos padres que no educan.
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