martes, julio 31, 2007

Escenas cotidianas

En mi trabajo observo a diario un fenómeno que me resulta muy curioso. Trabajando con gente se ve de todo, desde luego, pero la mayoría de actitudes tienen una explicación. Ésta no.
LA GENTE NO LEE LOS CARTELES AUNQUE SE LOS METAS EN LOS OJOS.

Delante de mi mesa está la puerta de la sala de enfermería, allí dentro se hacen electrocardiogramas y se pesa y mide a las personas, así que generalmente deben estar en ropa interior. Por eso puse en la puerta un cartel en A3 bordeado de rojo con fuente en negrita tamaño 72 que reza:
LLAME Y ESPERE.
Es corto, sencillo, grande, está a la altura de los ojos. Pues sucede algo incomprensible: el 90% de la gente abre la puerta y entra como los toros, sorprendiendo muchas veces a alguna señora en bragas . Su vista atraviesa el cartel, sencillamente no lo ven, no está ahí. Y yo no entiendo cómo se puede obviar algo tan visible que te golpea en la cara, y por lo tanto no tengo ni idea de qué hacer para evitar que sigan entrando a lo bestia, como no sea contratar un segurata.
Otro tanto sucede con el aseo de señoras. Hemos probado de todo: letreros grandes, pequeños, en español, en árabe, en cirílico, dibujos, fotos, ositos rosas, pero los hombres siguen entrando en él sin ver las indicaciones. Yo los observo cuando lo hacen y ni siquiera detectan que hay un enorme folio con dibujos pegado a la puerta, sencillamente no lo ven. Que me lo expliquen.

Otro fenómeno que veo a diario, más que sorprenderme me entristece, y es que el cerebro es un músculo que se atrofia con la falta de ejercicio.
Hacemos un gran número de reconocimientos médicos a personas de bajo nivel socio-cultural, la mayoría de ellas trabajando en el sector agrario o la limpieza, y en su mayoría sudamericanos o magrebíes.
Y todos los días comprobamos que personas totalmente normales, es decir, no diagnosticadas de ningún tipo de deficiencia psíquica ni retraso mental, son incapaces de entender las instrucciones más simples para poder hacerles un control de la visión o una espirometría, instrucciones que han seguido más o menos sin problemas personas con síndrome de Down.
A un porcentaje muy alto de estas mujeres de bajo nivel cultural, tenemos que hacerle la pruba de la visión utilizando un poster especial que los oftalmólogos usan con los niños, y pedirles que nos identifiquen objetos como un chupete, una nube o un corazón, porque no son capaces de entender el test para adultos, que consiste en decir si ves unos círculos abiertos o cerrados y cosas así. Pero no entienden las preguntas, se angustian, no responden.
Luego las veo sentadas en la sala de espera, calladas y con la mirada baja y leo sus expedientes. El retrato robot siempre es el mismo: mujer de mediana edad, inmigrante, con analfabetismo funcional y muchos hijos. Su vida consiste en trabajar y criar, no en mantener conversaciones estimulantes ni leer. Sus cerebros se han atrofiado por falta de uso, y aun siendo normales tienen las limitaciones mentales propias del retraso intelectual.

Siento lástima por ellas. Yo preferiría que me cortaran un brazo a perder la capacidad de pensar.

1 comentario:

Gorpik dijo...

Yo también he sentido algo parecido muchas veces. Me parece aterrador pensar en el universo tan pequeño que tiene esta gente.