miércoles, septiembre 05, 2007

Adolescentes, esos seres

Al igual que ese personaje del anuncio de la TV, no soy científica pero he elaborado una teoría: por qué es tan jodido ser m/padre de un adolescente.

Ningún ser nace tan desvalido como el hombre. Hay microorganismos que a los pocos segundos de existir ya buscan su propio alimento y mamíferos que a la media hora de nacer son capaces de ponerse en pie, pero el ser humano necesitará años hasta que pueda al menos andar, comunicarse y no digamos conseguir su propio sustento. Años durante los cuales sus padres habrán de dedicarse casi por entero a la tarea de que el retoño sobreviva, y a ser posible con no demasiadas taras mentales (esto ya es una carga añadida propia de la especie).
Nadie que no sea padre se hará una idea del sacrificio que supone que una cría humana crezca sana y feliz. El precio que pagas por ello es que TÚ dejas de dormir, de descansar, de gastar, de salir, de viajar, de comer si hace falta. Dejas de vivir durante unos años, dejas de existir como persona. Y sin embargo probablemente seas absolutamente feliz y tu cría sea el regalo más preciado que la vida pueda hacerte jamás, solo tenéis que pensar en cualquier padre o madre reciente que conozcáis. Está radiante, pletórico, agotado y ojeroso pero vive y respira niño por todos sus poros.
Y llegas a conocer a esa cría mejor que a mismo. Dominas ese lenguaje de balbuceos que nadie más comprende y por eso todos te preguntan siempre "¿qué ha dicho?", distingues el llanto de hambre del de sueño o del de dolor de barriga. Te dedica una sonrisa y sientes que el sol se ha iluminado solo para y los ojos se te llenan de lágrimas, y elegirías mil veces sufrir cualquier dolor para que él no lo sufriera. Vuestras madres os lo han dicho muchas veces, ¿verdad? No bromeaban.

El tiempo pasa muy rápido, increíblemente rápido, y poco a poco empiezas a notar esos signos que te indican que el niño ha empezado a entrar en la fase de la pubertad. Al principio te asombra un poco, porque aunque eres consciente de la edad que tiene y de que ya le toca, en el fondo creías que él nunca iba a cambiar. Pero sí que cambia, experimenta esos cambios que todos sabemos, y un día te das cuenta de que no queda ni rastro de aquel niño del que sabías hasta cuándo iba a eructar, y que a ésta persona que tienes delante no la conoces.
Ya no sabes qué le pasa cuando llora, ya no entiendes su lenguaje, no comparte sus secretos contigo, de hecho, ahora te los esconde sólo a ¡
Y tú lo comprendes todo, pero sólo a nivel consciente. Sabes que estas cosas son normales, pero en realidad no entiendes por qué tiene que pasar todo el tiempo encerrado en su habitación, como si los espacios comunes familiares tuvieran algo contagioso o tu compañía le molestara profundamente. Sabes que es normal que la familia pase a un segundo plano y los amigos sean los más importante para ellos, pero no entiendes por qué eso ha de significar que prácticamente dejen de hablar contigo. Sabes que su privacidad y su intimidad son sagradas, pero no entiendes por qué eso se traduce en que huyan de . ¿Cuándo y cómo te convertiste en su enemiga?

Sin embargo tú no has cambiado, tú sientes por él las mismas cosas que antes, eso es lo trágico. Y de todo aquello que tú habías sembrado, ahora contemplas entristecida que no hay nada que recoger. Toda la vida has hablado abiertamente con tus hijos, has alentado el librepensamiento, ha habido sinceridad y honestidad por tu parte, y sobre todo respeto. Pero a sus ojos ojos soy la misma tirana que cualquier adolescente tiene por madre, que no le entiende ni le conoce ni sabe nada sobre nada. No se trata de lo que Imperator llama ser "una madre muy española", es que la indiferencia es algo que generalmente duele, pero cuando viene de la persona por la que te dejarías descuartizar, es un trago amargo.

Y ésta es mi teoría, la que llevo un rato intentando explicar: lo que hace tremendamente dura la tarea de ser padre de un adolescente no es que se porten más o menos mal, no es que sean más o menos rebeldes, que no obedezcan, que den problemas, que te quiten el sueño, que protesten.
Lo duro es aceptar que ya no te necesitan.

Porque nada es tan sacrificado como sacar adelante a un niño pequeño, eso sí que te quita el sueño y te agota físicamente, te llena de miedos, preocupaciones, problemas y te destroza la cuenta corriente. Pero para tu hijo tú eres la luz del sol, te necesita y te lo hace ver a cada momento, te mira, te sonríe y te habla, y eso te compensa mil veces por cada molestia o sufrimiento. Eso te hace feliz.

Ahora toca explicarme para que no me malinterpreteis. Esta no es del todo una entrada de desahogo por que esté negra con mis hijos púberes (que también, qué duda cabe), es ante todo una reflexión. Mis hijas me llaman si van a llegar 10 minutos más tarde de la cuenta a casa, y sabéis que son unas magníficas estudiantes. Me siento bastante afortunada de que me muestren esa consideración y esa responsabilidad. Por lo demás... son adolescentes.

Ya madurarán. Y yo estaré a su lado, qué le vamos a hacer.

7 comentarios:

Imperator dijo...

He de decir que lo de "madre española" es más bien de Diana. :) Credit where is due. Pero nada cielo: ánimo. Al menos estás en mejor posición de salida que otros muchos.

Rapunzell dijo...

Voy a escribir en breve una entrada acerca de por qué determinadas estrategias vitales, aunque en ciertos momentos puedan parecer que se "paga más para obtener lo mismo" son mucho más rentables.

Tú forma de relacionarte con tus hijos, aunque no evite que te comas con patatas las peculiaridades de la adolescencia, hará que más adelante las cosas sean mucho, mucho mejores ;)

zenchy dijo...

Desde luego una madre que es consciente de todas y cada una de las vicisitudes tanto de la vida como de la adolescencia, como de la maternidad, como las que tu expones tiene mucho ganado, estoy con Rapun, hay tragos(dulces o amargos), inevitables, pero lo que cuenta es el computo global, y tarde o temprano, cuando alguien es cojonudo, pues recoge los frutos.

Almuric dijo...

Rapunzell: Se agradecerá cualquier cosa que me sirva para entender algo, así me aprovecho de tu vasta experiencia con estos extraños seres.

Zenchy: Eres un amor y te lo agradezco, pero va a parecer que quiero que me paseis la mano por el lomo y no eso.
La de la madre dolida es la historia más vieja del mundo. Es lo suyo, esto funciona en direción descendente. Yo me dejo la piel por mis hijos, ellos lo harán por los suyos (no por mí, no hacia arriba), porque es una cuestión genética. Pero coño, no hablo de corresponder de la misma manera, hablo de un mínimo de empatía.

O mejor, no me hagais ni caso.

Rapunzell dijo...

Ni hablar. Te haremos todo el caso que nos parezca conveniente.

En cuanto a claves, ni una, se siente. En todo caso, serás tú la que nos las proporciona alos demás, que eres la que brega diariamente con ello :)

Pero de lo que quiero hablar es de esto: de pedir un mínimo de mepatía.

Pues claro que hay que pedirla. eso es parte del proceso de la educación. A veces, os adultos damos al impresión a nuestros alumnbos/hijos/lo que sea de que estamos por encima de sentirse herido, poco apreciado, mal comprendido. Y aunque no están en el mejor momento para ver más ombligo que el suyo, está muy bien pedirles que sean empáticos, porque si no se lo pedimos, nunca lo serán.


Eso sí, sabiendo que es una jugada a meeeeeeedio plazo. Para no desesperarte :)

Que conste que esto lo digo desde la barrera y muy consciente de ello, ¿eh?

Unknown dijo...

Mis padres no aceptan que no les necesite, y me tratan como si fuese un niño de seis años, pero tengo 46.

En el fondo creo que es en la adolescencia cuando se obra en nosotros una eclosión del deseo de sentirse autosuficiente, un Bruce Willis de la vida, vamos; pero a medida que pasan los años me da la impresión de que, si hemos tenido unos padres normales -no siempre es el caso-, solemos volver en mayor o menor grado a ser sus niños.

Anónimo dijo...

Caí aquí casi por cau-casualidad y bueno, sólo diré: "¡Eh! Que nosotros los adolescentes también cierto día pensamos que la 'unidad' era posible y lo mejor y y y tal... y luego resultó que no... Es sólo consecuencia de eso.
Sid.